De la nada,
él se coló por mi ventana.
Creí haberla sellado bien,
pero claramente me equivoqué.
Poco a poco fue haciéndose el lugar
en mi vida, en mi corazón.
Llegó con ganas de curarme,
de coser mis viejas heridas
y ayudarme a florecer.
Poco a poco fue sonriendo y encandilandome.
Me tire sin dudarlo
a un mar desconocido.
"No sé nadar" dije
y él me sujetó fuerte la mano.